Un nuevo aniversario más de aquel fatídico hecho. Luego del 2004, Bartolomé Mitre al 3000, se transformó en un santuario.
Ocho años
después de aquel fatídico 30 diciembre de 2004, el vallado policial que
custodia el frente de Cromañon en el barrio de Once, pareciera encapricharse
con las almas de las 194 victimas que quedaron atrapadas dentro del local de la
calle Bartolomé Mitre 3066. Aquella noche hacían su última presentación de una
serie consecutiva de conciertos, unos músicos que descollaban talento e iban
camino a lograr éxitos esperables. “Callejeros” se estaba gestando como una
banda de culto, emulando a otras tantas como las que tuvo el rock nacional
argentino.
Una singular
adoración les llegó de todos modos luego de esa noche. Empezaron a tener una
identidad única y trágica Ese infortunado 30 de diciembre, convocaron a un par
de miles de jóvenes, a un lugar donde era imposible meterlos a todos. La falta
de responsabilidad, que se repitió en muchos otros shows y recitales desde
varios años atrás, llegó inevitablemente a su cúspide con esta tragedia. Ese
penúltimo día del año 2004, el terror se tiñó en torno al show recién iniciado
por los “Callejeros”. Fontanet no habían terminado la primera estrofa del
primer tema” distinto”, cuando empezó la desesperación. Las más de dos mil
personas que estaban allí, sudados y apiñados por el calor de diciembre,
empezaron a percibir el olor de la muerte.
No sabían que sucedía ni que inhalaban, lo único que entendían es que debían salir de ese lugar. Si bien las bengalas y bombas de estruendo, le ponían color desde hace tiempo, al marco de publico que asistía a los shows, esta vez le dieron un tono sombrío. Antes de lo acontecido, el festejo fue impactante, banderas y un ritual que acompañaba a la banda desde que empezó su carrera vertiginosa. El clip “Una nueva noche fría” los había colocado en el ranking de los más vistos y eso les fue rodeando de adeptos, los mismos que estaban esa noche en Cromañon. La capacidad ya había sido superada, pero ni eso ni el calor pudieron poner barreras a los pibes que entraban por los molinetes, que luego se convertirían en trampas. A punto de comenzar el recital, las palabras de uno que sabía bastante lo que se iba a venir, sonaron estridentes, desde algún sector o cabina de sonido salió la exclamación: “Rescátense un poco, porque se prende fuego el lugar. ¿Entendieron? ¿Les quedo claro a todos? ¿Si? ¿Se van a rescatar? ¿Se van a poner de las pilas? Bueno, rescátense…tenemos que hacer el show loco”.
Luego salió por
las cajas de sonido, la voz de Chaban, quien incurrió con su verborragia en
estos instantes previos : “Buenas noches Cromañon, bienvenidos a la ultima
velada del año. Gracias a este hermoso, distinguido publico. Damos comienzo al
show, con ustedes y para ustedes…¡Callejeeerooos!”. Patricio Santos Fontanet, Juan
Carbone, Cristian Torrejón y el baterista Eduardo Vasquez ya estaban en escena,
con su fuerza de siempre, que ya habían desplegado en los shows de los dos días
anteriores, donde todo parecía normal y que nadie imaginaria que depararía este
final. La producción de la banda, engendró un espectáculo donde presentarían
tres días consecutivos, los últimos álbumes que catapultaron a Callejeros al
éxito: “Sed”,”Presión” y “Rocanroles sin destino”, estos fueron los discos que
se presentaron los tres días seguidos, el 28, 29 y la pesadilla del 30 de
diciembre. El líder de la banda entró con fuerza cantando “Distinto” sin saber
que esa seria su última canción, para después pasar a ser otra persona ante la
sociedad. Llegó a cantar la mitad del tema así: “A terminar con el cuento mas
oscuros, a derribar los muros de mi mente, a ser un poco menos consciente, a
acabar…con mis pensamientos decentes…”. y continuó un silencio abrupto y definitivo de Fontanet
por el corte de sonido, comenzaba a gestarse la mayor tragedia que conociera la
Argentina.
Superó al incendio
de Keyvis de los `90 por mucho, pero aquello debió haber sido una advertencia,
no se la escuchó. Al fuego que provocaron las bengalas arrojadas, por los que
luego se los conocerían como “los tres”, al material que cubrían los techos, le
siguió el infierno. Continuó la oscuridad
y todo comenzó a ser desesperación, gritos y estampida del público, creían
que todo se prendería fuego. Pero no, eso no era lo más grave, lo terrible fue
que sin saberlo, empezaban a sentir un olor muy fuerte, el humo del material
contaminante que cubría los techos de Cromañon y que empezó a matar a muchos.
Los molinetes de
la entrada del boliche, mas la famosa puerta de emergencia con candado que daba
a un estacionamiento, fueron la trampa para 194 personas que no entendían como
hacer para escapar de ahí. Entre la oscuridad, los gritos, apretujones,
aplastamientos y ese olor que les apuñalaba en los pulmones, la salida se veía
cada vez más lejos. Fontanet y su gente se escaparon por una salida trasera,
Chaban también pudo escapar y no se sabe que pasó con “los tres”, pero no
pudieron evadirse a estos ocho años de angustia de las familias de las victimas
y de los sobrevivientes, tampoco a los gritos desgarradores que parecen
escucharse aun hoy, cuando se deambula por las veredas de Bartolomé Mitre al
3000. Las vallas de custodia que rodean hoy la entrada del boliche, pareciera
que siguieran ensañándose con los chicos de Cromañon y no los dejara encontrar
la salida.