Amanecía en esa mañana dorada de enero, ya
habían pasado los momentos más duros de Navidad y Año Nuevo, también había
pasado la tristeza de haber estado solo, sin aquella gente que lo había acompañado
hasta que estuvo listo.
Decidió irse ese mes, un Domingo de tanto dolor
como siempre sintió ese día de la semana. Domingo que sirve para el suicidio
porque ahonda y clava sus garras esa soledad con más fuerza. Decidió salir de
tarde, tirando la noche. Busco ese horario preferentemente de un ocaso triste,
que le dolía en el alma cada vez que lo había visto llegar durante tantos años.
El vuelo que lo llevaría a no se sabe que,
porque no se sabía que buscaba o que quería, tenía horario fijado esa tarde.
Inseguro de su conducta, pero con sentido de estar listo. Tantos años no han
pasado en vano y la vida no debería ser tampoco en vano para él y ya sentía no seguir
esperando.
No había decidido irse cualquier época de su
vida, fue un momento especial. Estaba con ganas de cumplir sueños, eso nunca lo
había perdido, por lo que le sirvió de motor motivador. No había elegido cualquier
momento para irse, eligió el momento en que se fue su madre. Cuando decidió irse ella, también quiso partir
mucho de él.
Ahí estaba otra alguien también, tomando el
mismo vuelo. Una muchacha que se suponía más segura para irse a donde fuera. Se
sentó justo a su lado. Doce horas para ser compañeros de viaje, doce horas que
serán toda una vida en sus vidas. ¿Qué es lo primero que se dirían como para
cruzar una palabra luego de una mirada?? Ah sí, “a disfrutar del viaje”.
A él siempre le dieron miedo los aviones, pero
se atreve a viajar igual; ¿sino como haría para cruzar el océano? Ya en vuelo obviamente
hay nervios y sobre todo cuando va al baño, es como que se despega de una
absurda seguridad que le da su asiento y el cinturón. Desabrochárselo no es tarea
fácil, porque piensa que su mayor momento de peligro en el vuelo, está
caminando por los pasillos de la aeronave hacia el baño. Y además permanecer allí,
en el baño.
Dormir
le cuesta horrores, se trajo un celular completo de música de todas las épocas
y géneros, 32 gigabytes de memoria con temas divididos, bien armados y
titulados. Esto no le frena el miedo a volar, pero lo hace sentir como que
estuviera en tierra firme, porque los que están cantando y tocando en esa grabación,
en ese momento estaban en tierra firme.
Vino la comida, que es algo que relaja, porque
acompaña el alcohol. Ahí empiezan a contarse sus vidas y actividades. las cosas
que hacen y empiezan las risas. El viaje es como una suerte de paréntesis, como
cuando decía en la escuela la profe de lenguaje “abrir corchetes, cerrar
corchetes”, porque un viaje es eso, es estar entre paréntesis, en este caso
estar entre paréntesis doce horas de vuelo. Ya saliste de tu lugar de inicio,
pero no llegaste aún. Estas en transición, en proceso.
Que buen estado es estar “en proceso”, “en transcurso”,
“en traslado”, etc. Eso, “traslado”, esa es la palabra. El mejor estado de la
vida es estar en traslado. Disfrutar del traslado en ese avión, significa
muchas cosas. Tratar de convivir con muchas personas todas con sus problemas y
sus objetivos.